lunes, 16 de enero de 2012

Si tomas, no manejes!

El pasado  viernes vimos con asombro como un crucero – el Costa Concordia- se hundía en costas italianas. No fue un hecho del azar, no fue el clima ni un desperfecto técnico lo que hizo que la embarcación chocara y luego se hundiera. Esta vez la causa fue un error humano, pero no un simple error: no fue falta de atención, no fue un mal movimiento, fue la actitud poco profesional del capitán de la embarcación  lo que ocasionó el desastre. Y eso no fue todo, lejos de ayudar ante la emergencia creada por él mismo, saltó y  nadó a la isla más cercana, con un crucero de más de dos cuadras de longitud hundiéndose y más de mil personas en la total desesperación. Al parecer, lo dijeron algunos tripulantes, “el capitán estuvo de fiesta y bebió mucho”. Increíble.


El análisis me lleva inmediatamente a lo siguiente: ¿qué tan responsable es la empresa?. Es cierto que todo se debe a una irresponsabilidad por parte del capitán, pero ¿quién es el culpable de mantenerlo al mando de un crucero?¿no es acaso obligación de los contratantes saber cuál es el perfil de sus empleados? Si el perfil resulta tan relevante en una empresa de transporte por ejemplo- haciendo la analogía más cercana ¿no es aún más importante cuando hablamos de más de mil personas?. La repuesta es obvia.

Si bien muchas otras tragedias se deben a fallas mecánicas y de sistemas, en este caso y en algunos otros vemos que el error se origina en las personas que las conducen, a quienes manejan. Y lo más grave es que no son errores por falta de preparación o por desconocimiento de las herramientas, no, son errores por poca atención o por una simple broma como sucedió esta vez.

Muchas veces la tecnología nos hace creer que como vemos grandes embarcaciones, con última tecnología, pero olvidamos quién maneja la máquina. Esto nos lleva a la conclusión de que no importa qué máquina sea, no interesa lo nueva que esté. Lo que realmente vale es quién maneja la nave. Más aún si tenemos en cuenta que cualquier actividad humana es fuente de accidentes. Desde el momento que nos levantamos, y aún cuando dormimos, suceden  cosas que no tenemos previstas. Resulta más complejo cuando pensamos un crucero con más de mil personas a bordo.

El hecho definitivamente llama la atención y servirá para que los dueños de empresas de transporte en general pongan el ojo en las personas al cargo de esta gran responsabilidad. Al fin y al cabo, lo único que genera un accidente es desprestigio para la empresa, sea cual sea la causa.

Un mayor cuidado en el proceso de selección de personal y evaluaciones continuas de desempeño es inherente a actividades en las que se pone en riesgo la vida de vidas. La misma preocupación que existe en la renovación de carros, aviones o barcos debe existir para la preparación de las personas que los manejan. Situaciones como las que sucedieron este viernes no deben volver a ocurrir. Espero que en las próximas horas escuchemos noticias positivas sobre las personas desaparecidas.

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